“Soy sionista”, proclamaba el demócrata Joe Biden apenas días después de los ataques de Hamás del 7 de octubre de 2023 que mataron a más de 1.200 israelíes y que precipitaron la guerra en Gaza. Dos años y un cambio de inquilino en la Casa Blanca después, la política del republicano Donald Trump hacia esta guerra se ha mantenido con la misma constante: un apoyo incondicional a su gran aliado en Oriente Próximo. Entre los ciudadanos estadounidenses, sin embargo, la historia es muy distinta: tras 24 meses que han dejado casi 70.000 muertos palestinos, una devastación absoluta y una hambruna desatada por el bloqueo de ayuda humanitaria, la opinión pública es ahora mayoritariamente crítica con Israel. Es un cambio impensable al comienzo de la guerra y que, de mantenerse, puede acarrear grandes cambios en la relación bilateral en el futuro.Durante décadas, Estados Unidos ha representado el gran apoyo diplomático y militar de Israel en el mundo. Vota a su favor, veta las iniciativas en su contra en la ONU y aporta cada año 3.500 millones de dólares (unos 3.200 millones de euros) en ayuda militar. La labor de los poderosos lobbies, la simpatía de los cristianos fundamentalistas y una cobertura favorable de los medios de comunicación han hecho que el país fundado en 1947 disfrutara de un apoyo generalizado entre la población.Aunque todo apunta a que a corto plazo el apoyo inquebrantable de EE UU a Israel —tanto militar, en cooperación de seguridad como diplomático— va a mantenerse, en el horizonte se vislumbra la posibilidad de que esto vaya cambiando gradualmente. Los dos años de guerra, y de imágenes insoportables de niños hambrientos, bebés muertos y hospitales derruidos, han supuesto un cambio de fondo en la percepción de opinión pública estadounidense. Seis de cada diez ciudadanos se muestran críticos con el Gobierno de Netanyahu, según un sondeo del Centro Pew hecho público la semana pasada. Tanto republicanos como demócratas, especialmente los jóvenes, se sienten menos obligados a mantener el apoyo militar a su aliado. Es una tendencia que ya se detectaba hace años, pero que este conflicto ha intensificado.El mismo sondeo indica que el escepticismo hacia las operaciones y el Gobierno de Israel es ahora mayor que al principio de la guerra. Un 39% considera que Israel está yendo demasiado lejos en sus actos bélicos contra Hamás, mientras que un 16% cree que su iniciativa es la adecuada y un 10% aboga por una mano más dura. El resto, no tiene formada una opinión. A finales de 2023, solo un 27% creía que Israel se excedía en sus ataques.Ahora, un 59% tiene una mala opinión del Gobierno israelí, frente al 51% que lo criticaba a comienzos de 2024, según la encuesta, elaborada antes del anuncio del plan de paz. Además, aumenta al 36%, en un total de cinco puntos porcentuales más desde marzo, la proporción de estadounidenses que cree que Trump favorece demasiado a los israelíes. Esa opinión ha aumentado tanto entre demócratas como entre republicanos, destacan los encuestadores.Un 33% opina que Estados Unidos envía demasiada ayuda militar a Israel, mientras que solo un 8% piensa que debería entregarle más. Un 55% se declara muy o extremadamente preocupado por la hambruna entre los palestinos y un 53% por los ataques israelíes que matan a palestinos. Un 51% también admite estar muy preocupado por la suerte de los rehenes israelíes retenidos en Gaza. Y aunque una mayoría de los encuestados, un 56%, tiene una opinión positiva del pueblo israelí, ese porcentaje es menor del 64% que tenía esa percepción sobre los israelíes hace un año y medio. La desaprobación a cómo Trump gestiona la relación con Israel es mayor entre los menores de 30 años: un 44% de ellos la censura y un 16% la aprueba, mientras que un 37% no opina. Entre los mayores de 50 años las ideas están divididas, y el mismo porcentaje, un 39%, se expresa a favor y en contra de esa política, por un 21% que declara no estar seguro.Poner fin a un conflicto “de 3.000 años” Estos días, Trump presiona para sacar adelante lo antes posible su plan de paz de 20 puntos, que negocian en El Cairo Hamás e Israel y que el grupo palestino solo ha aceptado parcialmente. La Casa Blanca ha enviado a sus mediadores Jared Kushner y Steve Witkoff para “mover la pelota lo más rápido que podamos”, según la portavoz Karoline Leavitt. El presidente quiere poder presumir de haber logrado cerrar un conflicto “de 3.000 años”, otra paz que sumar a las siete que ya se atribuye. A poder ser, antes de que se anuncie el Nobel de la Paz el próximo viernes.El republicano ha presentado el plan de paz, muy escorado hacia Israel, como una oportunidad única para poner fin a la guerra. Al mismo tiempo, rechaza reconocer un Estado palestino con el argumento de que sería una recompensa para Hamás. Su Administración denegó visados a los representantes de la Autoridad Palestina para acudir a la Asamblea General de la ONU en Nueva York. Y Trump conmina a Hamás a aceptar su propuesta de paz o a resignarse a la “aniquilación total”. No ha detallado qué le podría ocurrir a Israel si ese país, que ya evitó cumplir sus compromisos para pasar a la fase dos de la tregua de comienzos de año, es el que incumple su parte. Biden —empujado por una idea un tanto idílica de Israel, la conmoción por los ataques del 7 de octubre y el convencimiento de que solo él podía mantener a raya al primer ministro, Benjamín Netanyahu, por conocerlo bien— se puso decididamente del lado del Gobierno más conservador de la historia de Israel. Durante meses, y mientras en Estados Unidos avanzaba la campaña electoral para la presidencia, Biden y su vicepresidenta y sucesora Kamala Harris no quisieron, o no pudieron, poner cortapisas a un aliado que avanzaba en una ofensiva brutal. Apenas logró un breve alto el fuego para un fugaz intercambio de rehenes en noviembre de 2023, cancelado por Israel pocos días después de haber empezado con el argumento de que Hamás había violado los términos del acuerdo. El demócrata nunca intentó recurrir en serio a la gran herramienta estadounidense para presionar a Israel: la cancelación de la ayuda militar. Tan solo llegó a suspender durante unas semanas el envío de bombas de gran tamaño, tras un ataque especialmente escandaloso.Biden hizo caso omiso a las fracturas que la guerra generaba en su partido y la sociedad estadounidense. El ala progresista en el Congreso, los jóvenes universitarios en los campus y los votantes de origen árabe que ya apodaban al presidente Genocide Joe (Joe el Genocida) demandaban ayuda para Gaza y un alto el fuego inmediato, entre llamamientos a boicotear la candidatura del demócrata. Esas divisiones, y el alejamiento a la hora de votar de los grupos a favor de los palestinos, bien pudieron haber costado las elecciones a su formación, que en noviembre perdió la Casa Blanca y el control del Senado.La Riviera de Oriente PróximoA su llegada al poder, Trump ha mantenido el apoyo a Israel. La gran diferencia es que, mientras un Biden de salida no lograba presionar a Netanyahu, el republicano tiene ante sí años por delante. Y otra manera de conducir la diplomacia. En febrero sorprendió al anunciar junto al mandatario israelí que se haría con el control de Gaza y la convertiría en “la Riviera de Oriente Próximo”, convencido de que los dos millones de palestinos que la habitan simplemente optarían por marcharse. El plan que ha presentado Trump y se negocia en Egipto ya no habla de Riviera. Pero sí coloca al propio presidente estadounidense al frente del organismo internacional de supervisión del futuro ente de gobierno tecnócrata palestino, con el ex primer ministro británico Tony Blair —uno de los líderes que promovieron la invasión de Irak en 2003— como número dos.

Trump y Netanyahu: La opinión pública de Estados Unidos se aleja de Israel | Internacional
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