El Fasher, capital de Darfur del Norte, es uno de los mayores infiernos de la actualidad. Tras más de 500 días bajo asedio, la localidad sucumbió al grupo paramilitar Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF, por sus siglas en inglés), en guerra con el ejército sudanés. A finales de octubre, y tras meses de ofensiva, la milicia conquistó la ciudad y masacró a la población: ataques armados, violaciones contra mujeres y niñas, y tiroteos incesantes contra civiles. Los cortes de comunicaciones ha dificultado la verificación del número de muertos, pero Naciones Unidas estima que casi 500 personas fueron asesinadas solo el Hospital Materno Saudí de El Fasher. Y la cifra de víctimas mortales tras la toma del municipio podría superar los 2.000, según las autoridades sudanesas.Shayna Lewis, consultora de derechos humanos para la ONG Avaaz especializada en Sudán, ve en las masacres ocurridas El Fasher “el genocidio más previsible del planeta”. “En el espacio de una semana, las RSF ejecutaron a tantos civiles que la tierra de El Fasher cambió”, subraya a EL PAÍS por videoconferencia. “Desde el espacio se pueden ver los litros de sangre que mancharon la tierra”.Imágenes satelitales de El Fasher (Sudán) del informe de HRL, publicado el 28 de octubre de 2025.El Laboratorio de Investigación Humanitaria (HRL, por sus siglas en inglés) de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de Yale (Estados Unidos) analizó a finales de octubre la situación en la zona de El Fasher. Imágenes satelitales incluidas en un informe reciente muestran vehículos de las RSF, algunos equipados con armas, junto con objetos del tamaño de cuerpos humanos y manchas rojizas en el suelo cerca de los vehículos. El centro de análisis cifró las muertes en 10.000 civiles.Supervivientes de los ataques, ahora refugiados en el campo de desplazados de Tawila, 60 kilómetros al oeste de El Fasher, compartieron sus testimonios durante esta conferencia. Todos los nombres utilizados para los testimonios de supervivientes han sido cambiados para proteger su identidad.Amira, madre de cuatro hijos, huyó de El Fasher hacia Korma, unos 40 kilómetros al noroeste . El camino, cuenta, era largo y estaba “lleno de cadáveres”. La familia presenció asesinatos con sus ojos, sin que nadie pudiera ayudar. “Nos despertamos temblando de miedo, las imágenes de la matanza nos persiguen”, relató Amira en una reciente rueda de prensa auspiciada por Avaaz. Miembros de las RSF tomaron a ella y sus hijos como rehenes: “No nos dejaron irnos hasta que les pagamos un millón de libras sudanesas (unos 1.500 euros) por cabeza”. Despojados de todas sus pertenencias, llegaron a Tawila: “Caminamos durante unas 10 horas sobre espinas”.Mohamed, otro superviviente de El Fasher, trabajaba en la cafetería del Hospital Materno Saudí, la última instalación médica que quedaba allí, en el momento del asalto. Huyó. En el camino hacia Tawila, la milicia le inspeccionó por completo, junto con quienes le acompañaban: “[Las RSF] incluso revisaron los pañales de los niños y las toallas sanitarias”. Recuerda haber sido golpeado y humillado en reiteradas ocasiones. También haber tenido que caminar durante horas con hambre y sed. Hawa, viuda y madre de dos hijos de 2 y 12 años, está embarazada de ocho meses. Decidió marcharse de la capital después del asesinato de su marido. Le habían robado todas sus pertenencias. En su caso, la propia milicia la llevó a Tawila. “No sé nada de mi familia en El Fasher”, lamentó en la conferencia de prensa. “Llega el invierno ahora. Necesitamos que las organizaciones nos ayuden trayendo mantas, ropa, contenedores de agua”.El traslado de civiles desde El Fasher hasta Tawila por las RSF ha sido, según Lewis, una práctica recurrente pero cuestionada por los trabajadores humanitarios. La especialista identifica tres patrones: matan a los civiles, los llevan al campo de Tawila o los transportan a lugares desconocidos. En este último caso, se desconoce el trato y la suerte que reciben.Deng se marchó el primer día de asalto final sobre la capital. Recuerda que los paramilitares reunieron a varias personas ―entre ellos él mismo― e hicieron una retransmisión en directo en la que presumían del buen trato que dispensaban a los civiles. Poco antes, sin embargo, la milicia les había despojado de todas sus pertenencias. El hombre también recuerda haber sido atacado por drones de la SAF, el ejército sudanés al que fue acusado de pertenecer. “[Las RSF] decían constantemente que no quedaban civiles en El Fasher, que todos éramos soldados de la SAF”, explica.Khamisa ha quedado marcada por los días bajo asedio en la capital: “Los últimos dos días no encontramos nada para comer”. La milicia se llevó a su hijo junto a otro centenar de menores. “Les dije que estaba enfermo, que sufría anemia. Les supliqué que me lo trajesen de vuelta”, relata. Al día siguiente, ella fue trasladada a Tawila. No volvió a ver a su hijo.Abu perdió dos de sus hijos en los bombardeos de las RSF, uno de ellos en su propio hogar. El mercado donde trabajaba también fue bombardeado. Ahí se vendían bolsas de comida para animales, durante días la única fuente de alimentación disponible para la población. Tomado como rehén, tuvo que llamar a un amigo para responder a la exigencia de un millón de libras sudanesas (1.500 euros) de la milicia. Tras ser liberado, tardó tres días ―caminando y “agotado”― en llegar a Tawila.Violencias sexuales y niños no acompañadosAunque los datos obtenidos aún son escasos debido a los cortes de la red de comunicaciones, la información obtenida por expertos en la zona son alarmantes. Adam Rojal, portavoz de la Coordinación General para Personas Desplazadas y Refugiadas, ofrece algunos. “Hemos registrado 150 casos de violencia sexual, 1.300 de heridas por disparo y 750 niños no acompañados” entre los llegados desde El Fasher al campo de Tawila, el último punto seguro en Darfur.Natalia Romero, responsable de comunicación de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Darfur del Norte, asegura que el flujo de personas es todavía importante: “Es muy difícil estimar el número de personas que han llegado, pero oscilan entre las 5.000 y las 15.000, aunque no hay una organización oficial que hace el recuento”, asegura en una nota de voz. El acceso de la ONU a la zona controlada por las RSF aún está restringido.En agosto pasado, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) calculó en unas 260.000 las personas que aún residían en El Fasher. Las llegadas a Tawila representan, según Romero, “un número bajísimo”. Esa es, sin embargo, una gran preocupación para los trabajadores sobre el terreno: indica que muchos civiles están muertos o permanecen en la ciudad controlada. “Es un baño de sangre”, zanja la trabajadora de MSF.Los profesionales humanitarios también temen el impacto de la guerra sobre los más jóvenes. A Francesco Lanino, subdirector de Programas y Operaciones en Sudán para la ONG Save the Children, le preocupa que aumente el número de niños soldados. Una subida que ya ha sido detectada y que, de no abordarse, amenaza con prolongar la guerra. Mientras no se logre una tregua y no haya cierta estabilidad en la zona, lamenta Lanino, su equipo no podrá intervenir. En otra rueda de prensa, celebrada el viernes pasado en Madrid, la encargada de negocios de la Embajada de Sudán en España, Shza Abdelaziz Kamil Abdelaziz, reiteraba el “compromiso” del Gobierno sudanés “con la paz justa y equitativa” en el país, pero condenaba, como Lewis, la pasividad de la comunidad internacional. El Gobierno, aseguraba, solo se sentará a negociar con la milicia cuando “deponga las armas y se someta a la autoridad del Estado”.

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