
Los jefes de Estado y de Gobierno de la UE creen que han logrado el “equilibrio delicado” que buscaban entre sus preocupaciones en torno a la competitividad europea y la ambición climática del bloque que debería permitirle a Europa salvar la cara ante la próxima COP30 en la ciudad brasileña de Belem de noviembre: tras conseguir más garantías de “flexibilidad” para lograr los objetivos climáticos para 2040, los Veintisiete han dado su visto bueno político a la aprobación, antes de la cita en Brasil, de la Ley del Clima que debe fijar los objetivos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero para 2040 de la Unión, que Bruselas ha fijado en un 90% menos en relación con los niveles de 1990.El tiempo apremiaba: una Europa que se precia de estar a la vanguardia de la lucha contra el cambio climático, pese a que cada vez más gobiernos ponen trabas a las leyes medioambientales, no podía permitirse llegar a la cita en Belem sin tener aprobada su nueva meta intermedia en el camino ya fijado de lograr la neutralidad climática para 2050. La última oportunidad, coincidían tanto convencidos como escépticos, era el Consejo de Medio Ambiente que se celebrará el 4 de noviembre. Pero en medio de un creciente escepticismo climático, impulsado por las fuerzas ultras que cada vez tienen más peso en buena parte de Europa y allende sus fronteras, los líderes europeos querían asegurarse de que contaban con “condiciones habilitantes” o “flexibilidades” suficientes para llegar a la meta fijada, como compensar las emisiones fuera de la UE mediante los llamados “créditos internacionales de carbono de alta calidad” o sistemas de almacenamiento de CO2. Aunque Bruselas ya había dado varias garantías en este sentido desde la presentación oficial de la propuesta de ley, realizada en julio, varios países, entre ellos grandes como Alemania, Francia, Italia y Polonia pusieron trabas y exigieron en las pasadas semanas más compromisos por escrito, además de que la cuestión fuera elevada a nivel de mandatarios. Se trata, señalaban fuentes diplomáticas mientras los líderes discutían a puerta cerrada este punto, de ser “realistas”, de definir las flexibilidades y “condiciones marco” que garanticen que se pueda lograr el objetivo “ambicioso” fijado para 2040. Nuevas promesasLo que permitió destrabar la situación, coinciden las fuentes, fue la carta que la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, envió a los Veintisiete en vísperas de la cumbre con nuevas promesas que se reflejan en las conclusiones con que se cierra la nueva cumbre europea. Sobre todo, en lo que se refiere a su promesa de una entrada en vigor “suave” del nuevo sistema de comercio de emisiones, el denominado ETS2, que amplía a edificios y transporte por carretera, entre otros, este sistema que ya obliga a unas 10.000 instalaciones energéticas e industriales del continente a pagar por cada tonelada de CO2 que emiten en su actividad (una tonelada de CO2 equivalente representa un permiso de emisión). Un nuevo punto agregado a las conclusiones indica que el Consejo Europeo “toma nota de la intención de la Comisión de proponer medidas para facilitar la entrada en vigor del ETS2 e invita a la Comisión a presentar una revisión del marco de aplicación del ETS2, incluyendo todos los aspectos pertinentes”. Varios países habían manifestado reticencias ante este nuevo plan que afectará más directamente a los ciudadanos.Von der Leyen prometió a los líderes europeos que la entrada en vigor del ETS2 será “gradual” y que se preparan propuestas para “atender las inquietudes sobre precios demasiado altos o volátiles” que puedan afectar especialmente a los hogares más vulnerables y pequeñas empresas, señaló. De una forma algo menos específica, los líderes europeos instan también en sus conclusiones a la Comisión a “seguir desarrollando las condiciones necesarias para ayudar a la industria y a los ciudadanos europeos a alcanzar el objetivo intermedio para 2040”.Los Veintisiete también inciden en la importancia de que las medidas que se adopten sean “rentables” y subrayan “la necesidad de una cláusula de revisión, a la luz de las últimas pruebas científicas, los avances tecnológicos y los retos y oportunidades cambiantes para la competitividad global de la UE”. Aunque se trata de una salvaguardia recurrente en leyes europeas, en los últimos tiempos ha sido la herramienta de que se han tratado de servir algunos países para intentar dar marcha atrás en ambiciones climáticas. El presidente del Consejo Europeo, António Costa, ha defendido unas decisiones que, aseguró en un mensaje en X, “reafirman nuestro compromiso con el Acuerdo de París y subrayan que tenemos que ser pragmáticos y flexibles en nuestra estrategia”.
Los Vientisiete dan su visto bueno para fijar de una vez los objetivos climáticos para 2040 | Internacional
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