
El beso es un gran misterio evolutivo. Ese gesto que implica juntar los labios con otro individuo no parece tener ninguna ventaja en la reproducción o en la supervivencia de la especie, y puede traer problemas, como la transmisión de enfermedades. Sin embargo, la inmensa mayoría de los humanos (y muchas otras especies animales) disfrutan inmensamente de hacerlo, hasta el punto de que el beso lleva siglos inspirando poemas, canciones, pinturas o películas. Ahora, un estudio de la Universidad de Oxford pone fecha al inicio de este gesto que puede expresar amor, deseo, afecto o reconciliación: los investigadores creen que tiene alrededor 21 millones de años. El estudio ha descubierto que esta conducta evolucionó en el ancestro común de los humanos y otros simios grandes, y que los neandertales se besaban, con una probabilidad cercana al 84%. Los hallazgos, publicados este miércoles en la revista Evolution and Human Behavior, revelan que, lejos de ser una invención cultural humana reciente, el beso es un rasgo antiguo profundamente arraigado en nuestra biología.“Esta es la primera vez que alguien adopta una perspectiva evolutiva amplia para examinar el beso”, explica Matilda Brindle, autora principal del estudio y bióloga evolutiva del Departamento de Biología de Oxford. “Nuestros hallazgos se suman a un creciente cuerpo de trabajo que destaca la notable diversidad de comportamientos sexuales exhibidos por nuestros primos primates”, explica.El equipo de Oxford ha realizado el primer intento de reconstruir la historia evolutiva del beso utilizando un enfoque filogenético, basado en el árbol genealógico de los primates. El primer desafío fue definir qué constituye exactamente un beso, algo mucho más complejo de lo que parece.“Muchos comportamientos boca a boca parecen besos, pero no lo son”, señala Brindle. Dado que los investigadores exploraban el beso en diferentes especies, necesitaban una definición aplicable a una amplia gama de animales. Finalmente, la que encontraron es algo prosaica: “Contacto boca a boca no agresivo, dirigido, dentro de la misma especie, con algo de movimiento de los labios y sin transferencia de alimentos”.Del bonobo al neandertalCon esta definición, los investigadores recopilaron datos de la literatura científica sobre qué especies de primates modernos han sido observadas besándose. Los resultados muestran que el beso está presente en la mayoría de los grandes simios: chimpancés, bonobos y orangutanes. Fuera de los primates, el beso ha sido documentado en animales tan diversos como osos polares, lobos, perros de la pradera e incluso algunas aves. Sin embargo, existen grandes diferencias entre especies: el beso bonobo es “llamativamente sensual”, dice la investigación, y del chimpancé, “breve y tenso”.Para reconstruir la historia evolutiva del beso, los investigadores utilizaron un enfoque estadístico (llamado modelado bayesiano) para simular diferentes escenarios de evolución a lo largo de las ramas del árbol, y así estimar la probabilidad de que diferentes ancestros también se besaran. El modelo se ejecutó 10 millones de veces para dar estimaciones estadísticas robustas, según explican.Los resultados indican que el beso evolucionó en el ancestro de los grandes simios hace entre 21,5 y 16,9 millones de años, después de la separación con los pequeños simios como los gibones. El comportamiento se mantuvo a lo largo de la evolución y todavía está presente en la mayoría de los grandes simios actuales.“Al integrar la biología evolutiva con datos de comportamiento, podemos hacer inferencias informadas sobre rasgos que no se fosilizan, como el beso”, explica el profesor Stuart West, coautor del estudio y profesor de Biología Evolutiva en Oxford, en una nota. “Esto nos permite estudiar el comportamiento social tanto en especies modernas como extintas”.Uno de los hallazgos más sorprendentes del estudio es que los neandertales, nuestros parientes humanos extintos, muy probablemente también se besaban. El análisis filogenético estima una probabilidad del 84,3% de que esta especie practicara el ósculo. Este resultado se suma a estudios previos que mostraron que humanos modernos y neandertales compartían microbios orales, específicamente la bacteria Methanobrevibacter oralis, a través de la transferencia de saliva. Aunque los humanos modernos y los neandertales divergieron hace entre 450.000 y 750.000 años, este microbio oral solo se separó en cepas distintas hace entre 112.000 y 143.000 años. Esto sugiere que las especies intercambiaron microbios durante un tiempo prolongado después de su separación. “Sospechábamos que los neandertales probablemente se besaban”, explica Brindle por videoconferencia, “pero fue genial que pudiéramos comprobarlo. El 84% de probabilidad es un resultado bastante sólido”, añade.El paleoantropólogo Antonio Rosas, que no ha participado en el estudio, cree que esta relación es “algo débil”, ya que la transferencia de bacterias podría darse a través de un beso, “pero también podía ser una bacteria heredada de antepasados comunes”.Una chimpancé con su cría.ISABEL MUÑOZEl estudio también explica que, a pesar de tener millones de años de antigüedad, el gesto de besarse no es universal entre los humanos. “Solo está documentado en el 46% de las culturas humanas”, señala en una nota Catherine Talbot, coautora y profesora asistente en el Colegio de Psicología del Instituto de Tecnología de Florida. “Las normas sociales y el contexto varían ampliamente entre las sociedades, lo que plantea la pregunta de si el beso es un comportamiento evolucionado o una invención cultural”.Si el beso conlleva riesgos de transmisión de enfermedades, debe haber beneficios adaptativos que compensen. Los investigadores exploraron varias hipótesis. En el contexto sexual, el beso podría permitir evaluar la calidad de una posible pareja a través de señales olfativas. También podría servir para aumentar la excitación previa a la cópula, incrementando las posibilidades de fertilización. Además, los datos de este estudio sugieren que la premasticación —darle los padres la comida masticada a sus crías— está presente en todas las especies que besan, lo que sugiere que el beso podría haber evolucionado a partir de este comportamiento de cuidado parental.LimitacionesLas propias autoras del estudio reconocen sus limitaciones. Los datos son escasos, particularmente fuera de los grandes simios, y la mayoría de las observaciones provienen de animales en cautiverio en lugar de poblaciones salvajes. “Es importante ver nuestros análisis como una prueba de concepto para el trabajo futuro”, advierte Brindle. Las expertas esperan que su estudio establezca un marco para futuras investigaciones y sirva para sistematizar el registro de los besos en animales no humanos.“Este es un trabajo interesante que nos abre una nueva forma de pensar sobre una conducta que aparece ser universal entre los grandes simios. Esto quiere decir que la probabilidad de que el beso se observase en los neandertales es alta”, dice Clive Finlayson, director del Museo de Gibraltar, ajeno al estudio. Además, destacan diversas variables de historia de vida que se correlacionan “de forma razonable, aunque no perfecta”, dice, con la presencia de besos entre los simios: sistemas de apareamiento con múltiples machos o la premasticación. “Por supuesto, desconocemos si estas variables se podrían aplicar a los neandertales”, reconoce.Brintle concluye su estudio con una frase de la actriz Ingrid Bergman: “Un beso es un truco encantador diseñado por la naturaleza para detener el habla cuando las palabras se vuelven superfluas”. Un truco que, según este nuevo estudio, tiene 21 millones de años de antigüedad.
Los neandertales también se besaban: un gesto de amor con 21 millones de años de antigüedad | Ciencia
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