Primer efecto tangible de las sanciones estadounidenses y británicas sobre la plana mayor del crudo ruso. La segunda mayor petrolera de Rusia, Lukoil, anunció a última hora de este lunes que se deshará de sus activos en el extranjero, entre ellos, sus refinerías en suelo de la Unión Europea. Lejos del escrutinio de la opinión pública, centrada en la importación de crudo y gas, estas plantas no han dejado de operar desde el inicio de la invasión de Ucrania, en febrero de 2022. En un comunicado, la empresa ha informado de que está considerando ya ofertas de potenciales compradores.Las sanciones anunciadas la semana pasada por la Administración de Donald Trump son un torpedo sobre la línea de flotación de Rosneft y Lukoil. Porque les cierran el grifo de la financiación internacional, porque les impiden cobrar en dólares y, sobre todo, porque obligan a sus clientes en el exterior a recalibrar muy bien sus movimientos para no acabar enfrentados a Washington. Pocas horas después del anuncio de las sanciones estadounidenses, China, el mayor comprador de crudo ruso del mundo, ya empezó a sopesar cómo maniobrar, con la posibilidad explícita de dejar de importar por mar desde el gigante euroasiático. La India, el país que le va a la zaga, también estudia estos días qué hacer con su cadena de suministro. De liquidar finalmente sus tratos con el Kremlin, el efecto sobre Rusia sería exponencial.Más informaciónLukoil, muy vinculada a Siberia ―la cuna petrolera rusa― y al Kremlin, pone cada día en el mercado cerca del 2% de la oferta mundial de crudo y suma, junto con Rosneft, prácticamente la mitad de la producción rusa. Aunque la mayor parte de sus activos están en su país de origen, cuenta con una participación mayoritaria (75%) en el pozo iraquí de West Qurna 2, que está entre los más grandes del planeta: produce casi medio millón de barriles diarios, tanto como un país tradicionalmente petrolero como Ecuador. Trabaja, también, en Kazajistán, en África y en América Latina.En Europa, además de estar en el accionariado de terminales petroleras, es propietaria del 100% de la mayor refinería de los Balcanes; Neftohim Burgas, en Bulgaria ―un país en el que cuenta con más de 200 gasolineras―, y de la tercera más importante de Rumania, Petrotel. Y cuenta con una participación del 45% en otra instalación ubicada en el corazón del continente: la de Zeeland, en Países Bajos, que comparte con la francesa TotalEnergies, según ha podido comprobar este diario en las últimas publicaciones de Lukoil para inversores. Suministra, además, crudo a Hungría y Eslovaquia, los dos únicos países que no se han sacudido aún del petróleo ruso.Ninguno de estos países optó por forzar a las petroleras rusas a deshacerse de sus activos en los primeros compases de la guerra, como sí hicieron Alemania e Italia. En este último país, en la primavera de 2023 y tras meses de presión, Lukoil acabó vendiendo la quinta refinería del país, la siciliana ISAB, a una firma europea respaldada por el gigante singapurense de las materias primas Trafigura.Poco después de que el Departamento del Tesoro estadounidense anunciase el castigo a Lukoil y a Rosneft para tratar de arrastrar a Vladímir Putin a la mesa negociadora, el Gobierno búlgaro se dio de plazo hasta el 21 de noviembre para tomar una decisión en firme sobre el futuro de Neftohim. Una refinería clave para el suministro interno de gasolina y diésel.Optimismo en UcraniaLas autoridades ucranias se muestran confiadas en que las nuevas sanciones sobre el sector petrolero diezmarán en el medio plazo la capacidad armamentística rusa. Así lo ha expresado en los últimos días Volodímir Zelenski, aunque el presidente ucranio subrayó el viernes en la conferencia de aliados de Londres que todavía es necesario aumentar más la presión.“Las sanciones que afectan a la infraestructura petrolera rusa y a las compañías petroleras rusas son un gran paso”, dijo Zelenski, “pero debemos presionar no solo a Rosneft y Lukoil, sino a todas las compañías petroleras rusas, como Surgutneftegas, a la flota fantasma y su infraestructura, y a las terminales petroleras rusas”.Más informaciónEn Kiev se publican cábalas constantes sobre el verdadero impacto de las restricciones internacionales a las exportaciones energéticas rusas, también sobre el efecto de los recurrentes ataques ucranios con drones contra refinerías y centros gasísticos rusos. Las versiones oficiales son las más optimistas. Andrii Kovalenko, miembro del Consejo de Seguridad Nacional ucranio, emitió el lunes un comunicado en el que aseguró que la industria armamentística del invasor redujo por primera vez en septiembre su producción y que la inflación se ha disparado en Rusia por la crisis energética: “Gazprom [empresa estatal gasística] ha trasladado sus pérdidas a la población, el Ministerio de Finanzas está recortando costes y las nuevas sanciones estadounidenses contra Rosneft y Lukoil están cerrando el mercado ruso-indio. El único comprador es China”.Kovalenko aventuró que en su reunión del 30 de octubre en Corea del Sur, los presidentes de EE UU y China, Donald Trump y Xi Jinping, abordarán las restricciones a las exportaciones rusas. Kovalenko también cree que Rusia puede mover ficha por su cuenta ante una dependencia excesiva de Pekín “Para evitar convertirse en una colonia eterna de China, la Federación Rusa solo tiene una salida: poner fin a la guerra y salvar la economía”.Vadim Denisenko, director del centro de análisis geopolíticos y económicos ucranio Dilova Stolytsia, no se muestra tan esperanzado sobre un giro en el apoyo de China a Rusia. En una conferencia en Kiev del 23 de octubre, Denisenko establecía que era precisamente la marcha atrás de la India la opción más positiva para Ucrania: “Las nuevas sanciones son grandes y reducirán los beneficios de las empresas estatales rusas. Los más optimistas dicen que será un 30%; lo realista puede ser un 15%. Depende de la India”.La agencia Reuters ha informado este mismo lunes, citando fuentes anónimas, de que las refinerías de petróleo indias ya han suspendido la importación de crudo ruso para evitar ser castigadas por las sanciones occidentales. Si la presión aumenta en el próximo año, según estimó Denisenko, los beneficios del petróleo ruso pueden caer hasta un 40%: “No será el final de la Federación Rusa, pero sí el de la financiación de la guerra tal y como se ha mantenido [hasta ahora]”.

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