Hay elecciones en el Reino Unido cuyos efectos prácticos son mínimos pero que pueden tener una importancia simbólica cercana a un terremoto. La circunscripción galesa de Caerphilly, tierra histórica de mineros, había votado mayoritariamente a la izquierda durante más de un siglo. Hasta ahora. En la madrugada de este viernes, el escrutinio de los comicios parciales celebrados la víspera otorga su escaño autonómico a Lindsay Whittle, el candidato del partido nacionalista Plaid Cymru, que obtiene una mayoría aplastante del 47%. Hace cuatro años se quedó en el 28%.El laborismo pierde por primera vez esta plaza. Pero lo que es más humillante y preocupante para el Partido Laborista del primer ministro, Keir Starmer, lo que ha hecho sonar las voces de alarma después de esta elección, es que el segundo partido más votado ha sido Reform UK, la propuesta populista de ultraderecha de Nigel Farage, que ha ascendido de un irrelevante 2% a un 36% del voto.Los laboristas, que lograron cómodamente el escaño hace cuatro años con un respaldo masivo del 46%, han obtenido apenas un 11% en esta votación. El Partido Conservador, marginal en esta región pero que en las pasadas elecciones autonómicas aún logró arañar un 17% del voto, se queda en un raquítico 2%.Las elecciones parciales se producen cuando un candidato fallece, enferma gravemente, dimite o se halla sometido a un proceso penal. Los votantes de la circunscripción acuden de nuevo a las urnas para elegir representante. Esos comicios funcionan así como pequeños termómetros del estado de ánimo político de la ciudadanía, y tradicionalmente suelen recoger un voto de castigo para el Gobierno de ese momento.En el caso de Caerphilly, el diputado autonómico laborista Hefin David falleció inesperadamente a los 47 años el pasado agosto. Su muerte activó los comicios para reemplazarle en su escaño del Senedd, como se conoce en lengua galesa al Parlamento autónomo, dominado por el Partido Laborista.El resultado de la votación, conocido este viernes, va más allá de lo previsible en una elección parcial de este tipo. Ha resultado catastrófico y puede ser premonitorio para el Gobierno de Keir Starmer, que se enfrenta en mayo a elecciones locales en gran parte de Inglaterra y autonómicas en Gales.Dentro del laborismo se respira inquietud por la escasa popularidad de Starmer, y por el masivo respaldo de la ciudadanía en todas las encuestas al populismo ultraderechista de Farage. En el congreso del partido, celebrado este mes en Liverpool, hubo una cierta tregua, pero con el consenso implícito de que un fracaso electoral en mayo incrementaría la revuelta interna y podría llegar a activar un proceso de sustitución del actual primer ministro.“Las elecciones parciales son siempre un desafío complicado para el partido en el Gobierno, y esta no ha sido diferente”, ha afirmado el secretario de Estado para las Relaciones con la UE y también diputado nacional de Gales, Nick Thomas-Symonds. Era la respuesta de manual ante la derrota en una elección parcial, que se quedaba corta ante la magnitud del desastre para el laborismo.Caerphilly es la tierra en la que Kair Hardie fundó con otros el Partido Laborista; donde nació Aneurin Bevan, el ministro que puso en pie el Servicio Nacional de Salud; o el lugar de origen de históricos de la izquierda británica como Neil Kinnock o Michael Foot.Es cierto que la desaparición de las minas, tras la devastación de la era de Margaret Thatcher, provocó un vacío demográfico en Caerphilly, que se convirtió años más tarde en una ciudad dormitorio cercana a Cardiff, con una población muy diferente a la del siglo pasado. Pero la inercia laborista continuaba. Hasta esta semana.Duelo entre el nacionalismo y la ultraderechaLos dos principales partidos históricos del Reino Unido, el laborista y el conservador, entendieron muy pronto que tenían poco margen de relevancia en esta elección parcial, que fue desde el principio un duelo entre el Plaid Cymru y Reform UK. Los nacionalistas, a pesar de su ideario de centroderecha, son vistos por muchos electores como una propuesta progresista y más cercana y consciente a los problemas del día a día. La ultraderecha de Farage es el voto de protesta ante una realidad nacional económica que ha provocado mucho desencanto y ante el desafío de la inmigración, que el populismo ha inflado hasta convertirlo en el problema prioritario en todo el país y al que la izquierda no ha sabido hasta ahora dar una respuesta convincente y atractiva más allá de las promesas de más mano dura.“El laborismo solía ser tan predominante en Caerphilly que ni siquiera te molestabas en contar los votos, los calculabas al peso”, ha ironizado en la BBC John Curtice, el sociólogo y analista demoscópico más escuchado en el Reino Unido. “Ahora mismo, el partido se encuentra en una zona de mucho peligro en Gales”, ha rematado, con la sugerencia de que el laborismo puede perfectamente acabar en tercera posición en las autonómicas de mayo y perder su hegemonía de tres décadas en la política local, desde que hay Gobierno y Parlamento propio.El único alivio para Starmer es que el partido de Farage, al que declaró en el congreso de Liverpool el principal enemigo a abatir, no ha culminado sus expectativas. Las encuestas previas a la votación llegaron a dar a Reform UK una victoria en Caerphilly, con ventaja de cuatro puntos porcentuales por delante del Plaid Cymru. El líder político que agitó la llama del Brexit y hoy la de la inmigración visitó la alejada circunscripción hasta en tres ocasiones, pero la mayoría de los electores no se ha dejado seducir por su discurso. Aun así, un 36% de apoyo en Gales envía a Starmer el mensaje de que todo está en juego dentro de siete meses.

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