Alaa Sbaih envía una fotografía cuando EL PAÍS le pregunta qué espera del acuerdo entre Israel y Hamás cuya primera fase se prevé entre en vigor este jueves en Gaza. La imagen muestra las ruinas de lo que fue un apartamento. Esa casa era la suya. La noche de este miércoles, mientras los dos enemigos pactaban el canje de 48 rehenes por 2.000 prisioneros palestinos y una leve retirada técnica de las tropas de Israel, un robot militar sembró con explosivos el edificio en el que vivía esta joven de 25 años. La vivienda se alzaba en el corazón de Ciudad de Gaza, entre el barrio de Rimal y el de Sabra. En las horas que siguieron, esta madrugada, otra gazatí, Fidaa al Araj, oyó, como todas las noches anteriores, “bombardeos lejanos”. También el omnipresente zumbido de los drones. Con las armas que aún no han callado del todo; con el recuerdo de la anterior tregua hecha añicos por Israel en marzo, muchos de sus habitantes no quieren hacerse ilusiones: “En Gaza, la esperanza ha sido asesinada demasiadas veces”, lamenta esta psicóloga de 40 años desde Deir al Balah, en el centro del territorio invadido. Los gazatíes “ya no se atreven” ni a imaginar un futuro en el que “el genocidio” haya acabado. No ya por el estruendo de las bombas y la destrucción que no cesan —Israel bombardeó la Franja hasta el último segundo antes de que se hicieran realidad las dos anteriores y efímeras treguas—. Su pesimismo se debe a “lo que ha sucedido hasta ahora”. Se refiere a la ruptura unilateral por parte de Israel del alto el fuego que se había alcanzado en enero y que también tenía sobre el papel la vocación de poner punto final a la ofensiva israelí. El Gobierno de Benjamín Netanyahu abandonó entonces esa tregua, con el visto bueno de Estados Unidos, precisamente para no tener que pasar a la segunda fase del plan que abría la puerta a acabar con los ataques y a la retirada de su ejército de Gaza.Tampoco sirvió de mucho, recuerda Al Araj, la liberación el pasado 13 de mayo de Edan Alexander, el único rehén con nacionalidad estadounidense (e israelí) aún vivo, que Hamás presentó como un “gesto de buena voluntad” hacia Trump. Esa fue una de las esperanzas rotas de los gazatíes de las que tienen un recuerdo demasiado vívido como para abandonarse de momento al entusiasmo. Mohamed, un periodista en la treintena, habla de esas “promesas incumplidas” desde el campo de refugiados de Nuseirat, en el centro del enclave: “Ahora han dicho que iban a detener los ataques y, sin embargo, continúan. ”No soy optimista”, explica este informador. La última tregua “se violó”, continúa. El día en el que se pactó ese cese de los ataques, el 17 de enero, colegas de Mohamed como el periodista de Al Jazeera Anass al Sharif se quitaron simbólicamente el chaleco antibalas y el casco antes las cámaras para celebrar el final de la ofensiva israelí. El pasado 10 de agosto, un bombardeo mató a Al Sharif y a otros cuatro informadores.RecelosDesde el despacho en el que Fidaa Al Araj y sus alrededor de 30 colegas de la organización Oxfam, todos palestinos, siguen trabajando, la cooperante afirma que la “capacidad [de los gazatíes] de creer en un alto el fuego definitivo que no se vaya a romper” es “muy pequeña”. El pasado martes se cumplieron dos años del inicio de los ataques con los que Israel respondió a los atentados de Hamás de ese 7 de octubre de 2023. La lista de muertos en la Franja desde entonces supera ya los 67.000 nombres. “Casi nadie confía en que, una vez que se entregue [a Israel] los rehenes vivos y a los cadáveres del resto, haya un alto el fuego definitivo”, afirma la psicóloga. Luego se pregunta en voz alta en un mensaje en audio: “¿Qué garantías hay de ello? ¿Cuál es el calendario [de la retirada israelí]“?. Esta palestina no renuncia del todo a la esperanza: “Si se completa la primera fase del acuerdo [que incluye la entrega de los 48 rehenes y un leve repliegue técnico de las tropas israelíes marcado inicialmente en el pacto]entonces empezaremos a creer en ello. Hasta entonces, estamos expectantes”, dice la mujer.Los recelos de muchos habitantes de Gaza están ahí. También la alegría y el alivio de otros. O una mezcla de ambos, describe Khalil Abu Shammala, exdirector de la ONG Addameer, desplazado en el sur del territorio tras escapar de su casa en Ciudad de Gaza. “La gente está feliz y lo ha celebrado reuniéndose en diversas zonas. Esa alegría que expresan es, en esencia, la de haber sobrevivido al genocidio”, asegura Abu Shammala. Él también aboga, sin embargo, por mantener la “cautela” por la posibilidad de que la guerra “pueda reanudarse una vez concluida la tregua actual”. Mientras, las redes sociales se llenaban de imágenes de -por primera vez en mucho tiempo- niños felices y bailando en las calles del territorio palestino. “Aquí existe la percepción de que Netanyahu ya ha logrado muchos de sus objetivos y que, en la siguiente fase [del acuerdo]podría intentar alcanzar el resto aprovechando el proceso de reconstrucción para presionar a los palestinos de Gaza y empujarlos hacia la migración forzosa”, subraya Abu Shammala. Como Faiza, muchos gazatíes esperan “con los dedos cruzados” los próximos días. Ella lo hace además “contando los segundos” para volver a abrazar a sus hijos, a los que logró sacar a Egipto antes de que las tropas israelíes tomasen el control del paso fronterizo de Rafah y desapareciera esa oportunidad. Esta madre recuerda la fecha exacta en la que los vio por última vez: el 24 de abril de 2024. Son, de momento, “sueños” que tiene miedo a dejar volar en su imaginación, por miedo a que la caída —si algo se tuerce— sea más dolorosa. “Hemos olvidado cómo expresar la felicidad. O tenemos cuidado de no caer otra vez en la misma trampa […] Nos hemos sentido decepcionados varias veces, así que no sabemos cómo sentirnos esta. Felices, asustados… Pensando en lo que viene después, a dónde ir y desde dónde empezar”, señala por mensajes de texto.Ese horizonte de abandonar la Franja que vislumbra Faiza tiene mucho que ver con la falta de alternativas. Los bombardeos israelíes, cuenta, destruyeron su casa, la de sus padres, la de su hermano y la de sus hermanas. “A eso me refiero con no saber qué nos deparará el futuro. No habrá casas que recuperar, ni familia que recuperar. Por eso me planteo ir a Egipto y empezar de cero”. Israel seguirá controlando el paso, aunque cesen los bombardeos, pero aún se desconoce cómo funcionarán las entradas y salidas.Alaa Sbaih, la joven cuya casa también fue destruida con un robot —“el último día”, subraya compungida— antes de la entrada en vigor del plan de Trump, tampoco tiene ya a dónde regresar. Luego agradece a Dios que gazatíes como ella hayan “sobrevivido a estos dos años”.

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