Un segundo grupo de españoles pertenecientes a la Global Sumud Flotilla ha aterrizado en el aeropuerto Adolfo Suárez de Madrid-Barajas este lunes, pasadas las once de la noche. Se suman así a los 21 —sobre un total de 49 españoles— que regresaron el domingo a España tras pasar varios cuatro días presos en Israel. Las autoridades israelíes deportaron este lunes hacia Atenas a 27 españoles. Desde allí, un avión A400M del ejército español trasladó a varios de ellos a Madrid, mientras que otros dos aviones comerciales transportaron a sendos grupos hacia Barcelona y Bilbao. En total, son ya 48 españoles los que han regresado (los 21 del domingo y los 27 de este lunes). Pero aún continúa retenida en Israel la activista Reyes Rico, acusada de haber mordido el domingo a un funcionario de prisión. Rico tendrá que comparecer el miércoles ante la Policía israelí.A este segundo grupo de españoles le esperaba en Madrid un centenar de personas con pañuelo al cuello, pancartas y banderas palestinas. “Nos han robado todas nuestras pertenencias, nos han pegado, nos han humillado, nos han torturado con diferentes técnicas sibilinas”, contaba Simón Vidal, uno de los recién llegados.La escena transcurría en paralelo en el aeropuerto de Tarradellas-El Prat, en Barcelona, la ciudad desde la que partió esa flotilla. Entre los pasajeros que aterrizaron allí se encontraba la diputada de la CUP Pilar Castillejo y el miembro de la Secretaría Nacional del mismo partido Adrià Plazas. Castillejo ha adelantado que la Global Sumud Flotilla emprenderá “acciones legales” por el trato recibido. “El Gobierno sionista de Israel nos ha secuestrado”, ha denunciado. “Hay gente en huelga de hambre que no la finalizará hasta que Reyes esté aquí de vuelta”, ha añadido en referencia a la española que sigue retenida.En Madrid, Sofía Buchó ha indicado que ella es una de las últimas personas que vio a Reyes Rico. Según cuenta, estaban en la misma celda, que también compartían con Greta Thumberg, cuando los funcionarios israelís la sacaron de allí agarrándola del pelo y arrastrándola por el suelo. Desde entonces, no han tenido más noticias sobre Rico.Otro hombre, que ha preferido no identificarse, relató que los torturaron haciéndoles pasar sed. “Hoy nos han tenido durante dos horas en furgones al sol simplemente para que tuviéramos tanta sed y luego ofrecernos botellas de agua con cámaras para mostrar su humanidad con nosotros. La gran mayoría de la gente ha negado esas botellas de agua”, narra.Los demás contaron que no les han permitido dormir apenas durante las cuatro noches que han estado retenidos. Explicaron que cuando conseguían conciliar el sueño entraban militares gritando y apuntándoles con armas largas. Otras veces hacían un recuento, a voces, para comprobar que todo estuviera en su sitio. Otras, simplemente, los movían de una celda a otra.Simón Vidal, uno de los activistas, ha criticado desde el aeropuerto madrileño al Gobierno por enviar un barco militar a escoltar la misión humanitaria. “Lo que tiene que hacer el Gobierno no es llevar barcos militares a proteger a una flotilla civil que está abriendo un corredor humanitario pacífico. Lo que tienen que hacer es utilizar esos recursos militares, económicos y sociales para abrir un corredor humanitario estable en Gaza y parar este genocidio”.La tensión iba en aumento en la puerta seis de salidas de la Terminal 2 del aeropuerto madrileño a medida que se acercaba la hora del aterrizaje. Durante las dos últimas horas que han transcurrido hasta que el avión con los repatriados ha llegado, transitaron por el lugar más de un centenar de viajeros que se han encontrado con activistas, familiares de los detenidos, periodistas, cánticos a favor de palestina, condenas a Israel, pancartas y banderas. Algunos han mostrado su apoyo con un gesto, levantando el dedo pulgar o acompañando los aplausos.El avión ha tocado tierra pocos minutos después de las once de la noche, pero sus pasajeros han permanecido durante casi una hora en la sala de espera del aeropuerto junto con algunos familiares que han podido pasar. Al otro lado de la puerta, la situación era caótica. La Policía Nacional abrió un pasillo para que otros viajeros recién llegados a Madrid pudieran salir. Todo el mundo quería estar en primera fila.

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