Aunque es la crónica de una muerte anunciada, los científicos están sorprendidos de lo rápido que va a llegar el final. Los últimos glaciares de España, situados todos en los Pirineos, acaban de sufrir uno de los peores años de retroceso desde que hay registros, y avanzan muy rápido hacia la desaparición total, que puede llegar en menos de una década.Esta temporada (2024-2025) se han registrado pérdidas generalizadas medias de más de un metro de espesor, aunque en varios casos la pérdida es casi comparable a la altura de una casa de tres plantas. Son unas pérdidas muy destacadas para tan solo un año, según destacan miembros del grupo Cryopyr (IPE-CSIC), que monitoriza cada año los últimos glaciares españoles. El grupo ha publicado este lunes sus últimos datos.El glaciar del Aneto, el más grande de España y todo el sur de Europa, sale mal parado. Los nuevos datos muestran pérdidas medias de algo más de un metro, aunque se han registrado máximos de cuatro. Ya en 2022, el glaciar se había partido, perdiendo una gran zona que quedó desconectada, justo debajo del pico Aneto, que con sus 3.404 metros es el más alto de los Pirineos. Al glaciar homónimo le quedan ya solo 30 hectáreas. Pero lo más crítico en este caso es que el cuerpo principal del glaciar, la parte que aún quedaba viva, se ha fragmentado en dos partes. La menor de ellas, situada bajo el Collado de Coronas, pasa a considerarse un helero, con lo que el glaciar pierde de golpe 3,6 hectáreas. En términos urbanísticos, es la extensión de unas cuatro manzanas de una gran ciudad.“Este año lo que más nos llama la atención es la fragmentación de los glaciares. Es como si un cuerpo se estuviese desmembrando y quedasen las partes muertas”, resume Jesús Revuelto, investigador del grupo Cryopyr.Aunque España es un país especialmente amenazado por la subida de las temperaturas y el cambio climático, aún alberga rincones donde se puede tocar hielo todo el año, e incluso intentar entender cómo era el mundo durante la última edad de hielo, cuando los glaciares cubrían gran parte de Europa. De ser una de las principales fuerzas moldeadoras del paisaje montañoso, los glaciares de España han pasado a ser ya enfermos terminales sin ninguna posibilidad de sobrevivir al mundo actual.Un miembro del equipo camina cerca de la zona de fractura del glaciar Aneto en septiembre.Criopyr/IPE-CSIC“No hay esperanza para los glaciares del Pirineo”, resume Nacho López Moreno, líder de Cryopyr. “En los últimos 10 años se ha perdido mucho más hielo del que queda ahora en los glaciares. Con que se repita este patrón, en una década nos habremos quedado sin glaciares”, añade. Lo más preocupante, resalta el investigador, es que este año no ha sido el peor de la serie, pues hubo bastante nieve y no ha habido olas de calor como la que en 2022 provocó desprendimientos.Los glaciares son acumulaciones de hielo en la alta montaña que fluyen ladera abajo a razón de unos pocos centímetros al año. Estas masas heladas se nutren de la nieve que caiga en invierno y consiga transformarse en hielo. Este proceso es cada vez menos habitual en los glaciares pirenaicos, muy castigados también por una subida de las temperaturas que es mucho más acusada que en el resto del planeta. Así las cosas, la nueva realidad de los glaciares es su fragmentación y progresiva transformación en heleros, masas de hielo que ya no fluyen ladera abajo o, lo que es lo mismo, glaciares muertos.El tercer mayor cuerpo helado del Pirineo, Ossoue, es el más afectado este año, con una pérdida media de tres metros y medio y una máxima que roza los seis metros. Este glaciar situado en la frontera entre Francia y España alberga una de las pruebas más patentes y alucinantes del deshielo global del planeta. En 1882, el dueño de este glaciar —conde Henry Russell, que alquilaba la montaña por un franco al año— mandó excavar en la roca varias cuevas donde pasar veladas e incluso celebrar fiestas a más de 3.000 metros de altitud. En la actualidad, esas cuevas se han convertido en enigmáticos agujeros colgados en la pared de roca a los que solo se puede acceder escalando varias decenas de metros. Es la marca de la distancia que ha retrocedido el hielo en estos años (ver vídeo). Aunque su aspecto puede parecer imponente, el glaciar de Ossoue está en estado terminal, pues los investigadores apenas detectan que el hielo esté fluyendo ladera abajo; lo que podría estar evidenciando su muerte prematura.Canales de fusión de hielo en el glaciar de Oussue.Criopyr/IPE-CSICEl Monte Perdido, el segundo mayor glaciar pirenaico, registra datos igual de malos que el Aneto. Los glaciares de Llardana (junto al pico Posets) y el Infiernos, junto al monte del mismo nombre, registran pérdidas también de hasta cuatro metros de espesor en tan solo un año y, para el equipo, este último glaciar acaba de morir este año. Los únicos glaciares que quedan en España —los últimos de todo el sur de Europa— están ya muertos o agonizando. En el siglo XIX había 52 glaciares en toda los Pirineos. En 2020 solo quedaban 24. Este año hay solo 14, pero el número podría bajar drásticamente pronto, pues hay varios glaciares de pequeño tamaño a punto de desaparecer, explica Eñaut Izagirre, miembro del grupo de investigación.El equipo de Cryopyr, dirigido desde el Instituto Pirenaico de Ecología del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) lleva años visitando y analizando estos glaciares con diferentes tecnologías, incluidos escáneres de láser y, más recientemente, drones que cubren con sus cámaras la menguante extensión de todos los glaciares del pirineo, algunos ya convertidos en heleros. Los cadáveres de los glaciares pasados son los numerosos lagos de alta montaña. Uno de los testigos más espectaculares de la rapidez con la que están desapareciendo los últimos glaciares de España es un lago de aguas turquesas que se formó en 2015: el Innominato. A 3.150 metros de altitud, fue el más alto de todo el Pirineo. Pero esta masa de agua también ha desaparecido casi por completo, pues el hielo que hacía de represa se ha derretido, explica Izagirre.Los resultados ponen de manifiesto que, aunque algunas áreas acumularon nieve suficiente para conservarse hasta el final del verano, las zonas donde el hielo quedó expuesto han experimentado pérdidas muy acusadas, similares a las registradas en los peores años de la última década. De hecho, estos resultados sitúan el año 2024–2025 como el tercer peor en cuanto a pérdidas desde que se dispone de datos anuales, tras los años extremos de 2021–2022 y 2022–2023.“En un estudio reciente calculamos que si se repitieran, uno tras otro, años tan malos como este o los anteriores, el hielo desaparecerá en menos de 10 años”, reconoce Jesús Revuelto, investigador del grupo. Obviamente, hay oscilaciones que harán que esa agonía pueda durar algo más, pero en cualquier caso “hablamos de muy pocos años ya”, destaca.Los nuevos valores registrados vuelven a situarse en la tendencia descendente que predomina desde hace décadas. La combinación de inviernos con precipitaciones variables y veranos muy cálidos y prolongados favorece un balance de masa negativo persistente que compromete la supervivencia de estos pequeños glaciares de montaña. Este comportamiento confirma la extrema sensibilidad de los glaciares pirenaicos, los más meridionales de Europa, destacan los miembros del grupo Cryopyr.
El Aneto agoniza: el mayor glaciar de España queda partido en tres y acelera su desaparición | Clima y Medio Ambiente
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