
A Christof Loy (Essen, Alemania, 62 años) le ha cambiado la cara. Ni rastro del gesto circunspecto, casi serio, de sus primeras visitas a Madrid. “España me trata muy bien”, reconoce entre risas el director de escena frente a un enorme ventanal del Teatro Real. “No es solo la luz”, dice y señala al exterior. “Hay una vitalidad contagiosa y un orgullo por la tradición que me resultan fascinantes”. Su montaje de Capriccio de Strauss en 2019 marcó un punto de inflexión: desde entonces su nombre se repite como un eco en la programación de los teatros españoles. Esta temporada, sin ir más lejos, ha sido convocado por el Real, el Liceu y el Teatro de la Zarzuela. “Me siento tan cómodo trabajando aquí que era inevitable que acabara hablando español”. Más informaciónSu primera misión ha consistido en dar forma y sentido a un doble programa dedicado a Bartók, El castillo de Barbazul y El mandarín maravilloso, que se estrena el domingo en el coliseo madrileño. “La primera es una ópera breve, así que tuve que buscar un título que sirviera de puente”. Lo encontró en el segundo ballet-pantomima que el compositor húngaro comenzó en 1918, el mismo año del estreno de su primera y única incursión en la ópera. “En una carta, Bartók advertía que un coreógrafo no se podría hacer cargo de El mandarín maravilloso, pues requería un planteamiento teatral”. A partir de ahí, el argumento conecta dos historias que, según Loy, “exploran la dificultad de abrirse al otro y la compasión como último refugio”.Como en sus versiones de Rusalka, Eugene Onegin y Arabella, también aquí la danza funciona como catalizador de emociones. “Los personajes de El mandarín se comunican a través del cuerpo, de impulsos físicos y brutales”, confirma. “Solo más tarde, en Barbazul, reaparecen las palabras, con el peligro que conllevan, pues lo mismo pueden iluminar que destruir lo que más queremos”. Para facilitar la transición entre las partituras, Loy ha incluido un intermezzo en el que El Mandarín y La Chica realizan un pas de deux sobre el primer movimiento de la Música para cuerdas, percusión y celesta de Bartók. “Lo he llamado Escena de la resurrección porque tiene algo utópico, casi religioso, como si evocara la historia de Jesús y María Magdalena”. ‘El mandarín maravilloso’, dirigida por Christof Loy.Durante las cinco funciones programadas hasta el 10 de noviembre, el foso de la Sinfónica de Madrid estará gobernado por el maestro Gustavo Gimeno, con quien Loy ya trabajó en la producción de Eugene Oneguin de Chaikovski. “Gustavo tiene una sensibilidad muy especial, le gusta profundizar en la psicología de los personajes. Creo que por eso nos entendemos tan bien. Porque incluso cuando dirige una sinfonía está contando algo sobre la condición humana”, asegura Loy, que se ha ganado fama de perfeccionista en los ensayos, a los que los cantantes deben acudir caracterizados desde el primer día. “Más que una manía, lo considero una herramienta que facilita la inmersión de los intérpretes”. El padre de Loy era arquitecto y esa forma de observar el mundo queda reflejada en su montaje de Werther de Massenet, que llegará al Liceu en mayo. “La acción principal transcurre en una franja estrecha, un espacio íntimo que divide el mundo real, al que pertenece Charlotte, y ese territorio interior y poético en el que habita el protagonista”. Su propuesta huye de los tópicos románticos con que muchas veces se ha tratado de feminizar los sentimientos de Werther, a quien Loy ubica en un espectro más cercano a la psicosis que a la melancolía. “No me interesan las discusiones simplistas sobre hombres tóxicos y mujeres débiles. La fortaleza me parece aburrida. La fragilidad, en cambio, puede resultar heroica”. Loy arrancó el curso en septiembre con la presentación en el Teatro de Basilea de El barberillo de Lavapiés de Barbieri, el primer proyecto de Los Paladines, una compañía de zarzuela con sede en Salzburgo que ha fundado para dar a conocer el género por toda Europa. “Llegué a la zarzuela con la curiosidad de un niño y asumo este reto con la responsabilidad de un adulto dispuesto a corregir una gran injusticia: la de un repertorio de enorme calidad que sigue siendo desconocido fuera de España”, asevera el regista alemán, que en junio cerrará la temporada del Teatro de la Zarzuela con un nuevo montaje de El gato montés de Manuel Penella. “Es importante que la zarzuela empiece a ser valorada por lo que es y no por el nombre de quienes la defienden”.
Christof Loy, el director de escena alemán que se atreve con la zarzuela: “Hay que empezar a valorarla por lo que es y no por quienes la defienden” | Cultura
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