Un adolescente jugando al ajedrez con un vaso de leche al lado del tablero, frente su contrincante, el adulto Francisco José Pérez, en el Torneo de Madrid de 1943. Ese era Arturito Pomar, el niño prodigio que fue elegido por Francisco Franco como embajador de la cultura española en los años cuarenta y no pudo llegar tan lejos como su talento prometía. El documental El pequeño peón, dirigido por Joan Gamero, rescata su historia a través de las voces de sus hijos, seguidores de su carrera y maestros de ajedrez. Más información“Yo sabía que era muy famoso, un ajedrecista brutal, genial, pero no conocía el trasfondo”, explica Gamero, quien comenzó el proyecto tras escuchar las historias que su amiga Sol Pomar, hija del ajedrecista, le contaba mientras jugaban una partida. La película no solo retrata la carrera de Arturo Pomar, sino también su vivencia familiar como padre de siete hijos y la enfermedad que sufrió como consecuencia de la sobreexposición mediática y deportiva. Gamero lo consigue a través del testimonio de los familiares y el médico que trató al ajedrecista: “La gente sale del cine triste, emocionada de ver a una persona que lo pasó mal en su vida y podría haber sido un campeón del mundo”.El largometraje, que mezcla un gran volumen de material de archivo, testimonios y jugadas recreadas, será proyectado en Palma de Mallorca, en la sala Augusta, desde este jueves hasta el sábado. A finales de año será emitido por Xarxa Audiovisual Local, red que agrupa a 53 televisiones locales de Cataluña, y a comienzos de 2026 por Televisión Española. El niño que fue icono de un régimenArturo Pomar nació en Mallorca, en 1931. Aprendió a jugar al ajedrez observando a su padre y a su abuelo, quienes le enseñaron a los cinco años el movimiento de las piezas. Cuando ya era habitual que ganara las partidas entre conocidos, lo llevaron al Club de Ajedrez de Mallorca y a los siete años competía en torneos locales con su madre como representante. A los 12, compitió en el Torneo Internacional de Madrid de 1943, donde jugó más de 10 horas frente al alemán Alfred Brinckmann, con quien hizo tablas.El talento del niño —que era reservado y observador según quienes lo conocieron— asombró al mundo. En poco tiempo, el gobierno franquista lo convirtió en símbolo nacional en plena posguerra, lo que se demuestra con la cantidad de videos y material de archivo producidos por el No-Do (el noticiero de la dictadura), que forma parte del documental. “Lo paseaban como un mono de feria”, lamenta Gamero.Arturo Pomar junto a Francisco Franco en 1943.Agencia EfeA los 13 años, en el Torneo Internacional de Gijón, Pomar alcanzó la fama internacional tras empatar con Alexander Alekhine, el campeón mundial en ese momento. Jeroni Bergas, biógrafo de Pomar, menciona en el documental que es un récord que se mantiene hasta hoy: el ajedrecista más joven en hacer tablas con un campeón vigente. En 1946 creció aún más su fama con la participación en el campeonato de Londres y la primera victoria, en el Campeonato de España en Santander. Las imágenes de archivo en el documental lo muestran levantando la copa y firmando autógrafos. Tras la retahíla de éxitos fue convocado al Palacio de El Pardo para visitar a Franco. Uno de los hijos de Pomar defiende en el documental que a su padre, un adolescente en ese entonces, no le interesaba ni sabía de política y que simplemente fue adonde lo invitaron, por lo que no se le puede considerar un símbolo del franquismo. A pesar de tanta foto e invitación, no hubo un plan estructurado para Pomar: no tenía entrenador ni equipo y se formaba leyendo libros para aficionados. Cuando dejó de ser un niño, el régimen perdió interés en él. Ya adulto, sin apoyo ni recursos, completamente solo, se presentó al Interzonal de Estocolmo de 1962, donde quedó número 11 y no se clasificó para la final. En esa ocasión se enfrentó a Bobby Fischer, uno de los mejores jugadores de la historia, con quien empató tras una partida de unas ocho horas. El documental recupera lo que presuntamente le dijo el estadounidense a su rival: “Pobre cartero español, con el enorme talento que tienes y después de este torneo volverás a pegar sellos”. Tenía razón. Con una carrera no profesional y una mala administración económica de lo que había ganado, Pomar hizo las oposiciones en Correos para mantener a su numerosa familia. A pesar de sus logros —12 olimpiadas de ajedrez, siete campeonatos de España y el título de Gran Maestro en 1962—, su carrera se quebró. En el mismo torneo de Estocolmo comenzaron los primeros síntomas de su enfermedad mental. La tensión emocional, el agotamiento y la falta de sueño le trajeron a los 31 años un cuadro de psicosis, como relata su médico en el documental, lo que no impidió que siguiera ganando torneos nacionales y compitiendo en internacionales en los años siguientes. Pero hacia 1967 comenzaron a agudizarse sus problemas de salud. Incluso estuvo ingresado en el frenopático, pero siguió jugando, lo que según los entrevistados en el documental fue tremendamente meritorio y una señal de su gran talento. En 1994 fue diagnosticado con párkinson y sus bajas fueron cada vez más largas para luego coger la invalidez. Murió en 2016, en un hospital en Barcelona, a los 84 años. “Llegó a disputar más de 10.000 partidas en todas las modalidades”, señala por teléfono Paco Cerdà, autor del libro El peón, sobre la vida de Pomar. “Cuando se lleva el cuerpo y la mente a extremos deportivos, hay fronteras que son peligrosas”, agrega el también colaborador de EL PAÍS. Y critica la explotación que sufrió el ajedrecista.Los hijos de Arturo Pomar en una imagen del documental ‘El pequeño peón’.“Nació en el momento equivocado, en el país equivocado”, dice Leontxo García. Para el periodista especializado en ajedrez y colaborador de EL PAÍS, la historia de Pomar sigue siendo una lección vigente. “Deja muy claro cómo se maltrataba a los jóvenes talentos durante la época de Franco. Pomar fue literalmente utilizado como niño prodigio y después abandonado de una manera muy poco inteligente por parte del Gobierno de España”.Las críticas no solo van hacia el régimen, sino también a sus padres por no haber puesto freno a la explotación que sufrió ni administrar bien las pagas que había recibido. Pero García matiza: “Podríamos decir que su familia también lo explotó, pero sería injusto culparla. Estamos hablando de la posguerra, cuando gran parte de España lo pasaba mal”. Sus hijos también lamentan la suerte que vivió Pomar y, en la película, confiesan que les hubiera gustado haber tenido unos padres más presentes ya que, debido a la enfermedad de Pomar, la madre lo acompañaba a los viajes y ellos quedaban internados o a cargo de familiares.Casi 70 años después de que comenzara la carrera del “pequeño peón”, y en un momento donde el ajedrez en internet difumina la magia de estar frente a frente, Paco Cerdà reivindica la figura de Pomar con amargura: “En aquel momento hubiera podido ser perfectamente un candidato a la corona mundial del ajedrez, pero en la España de Franco su talento innato no fue suficiente”.

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