Una senderista realiza una ruta por las montañas que discurren entre Navacerrada y Cercedilla (Madrid), por un precioso paraje escarpado de la Sierra de Guadarrama. A lo lejos, entre árboles y riscos, ve una forma que le llama la atención. Se va acercando despacio y descubre lo que parece un águila muerta, por lo que decide llamar a la Guardia Civil. “He encontrado un águila muerta, está como agarrotada, tiene una posición muy poco natural”, les explica, y les pasa la ubicación. Esa operación del Seprona ocurrió hace unos días, pero los agentes realizan una reconstrucción este lunes para mostrar cómo actúan contra los cebos envenenados —prohibidos por ley— que en los últimos meses han causado la muerte de al menos 665 animales, muchos de ellos protegidos, como águilas imperiales, buitres negros y milanos reales. Tras la llamada, dos agentes del Seprona acuden y examinan al animal. “Está en una posición extraña, podría ser un envenenamiento”, señala uno de ellos, Juan Lozoya. “Hay que darse una vuelta para ver si hay algún otro animal muerto por aquí cerca”, le dice a su compañero. La montañera les da sus datos y queda a su disposición por si tienen que hacerle preguntas. “La llamaremos para que nos amplíe la información”, le adelantan.Lozoya se pone los guantes y examina al animal. “Tiene las patas agarrotadas y líquido debajo del pico, podría ser veneno”. Coge su móvil y comienza a hablar: “Pareja 83, hemos encontrado una rapaz con posible envenenamiento, le facilito las coordenadas por teléfono. Active al Servicio Cinológico [especializado en el uso de perros] y al equipo”, apunta. Mientras llegan, acordonan la zona y la examinan para ver si hay huellas de vehículos u otras pistas. El equipo es la policía judicial del Servicio de Protección de la Naturaleza y se hace cargo de estas investigaciones. Javier Díaz es brigada de este cuerpo. En cuanto llega, acompañado por otros dos compañeros, se pone a dar órdenes: “Lozoya, hay que tomar declaración a la testigo para que nos diga todo lo que recuerde, si ha pasado más veces por la zona, si ha visto algo más. Nerea, vamos a sacar huellas y ve fotografiando el lugar. Canario, revisa el recorrido a ver si ves algo que te llame la atención”.Un perro del Servicio Cinológico de la Guardia Civil encuentra el cadáver de un zorro envenenado. Santi BurgosSacan uno de esos maletines con diferentes elementos para la investigación. “Canario, pon papel de aluminio en el pico y las patas. Nerea, ve poniendo números para marcar las distintas pruebas. Toma la temperatura y las coordenadas”, señala el brigada. Después, envuelven al animal en una bolsa verde y la precintan. “¿Ha habido algún otro episodio con animales muertos por la zona?”, pregunta a Lozoya. “No, que yo haya visto”, responde. Díaz examina el cuerpo. “El cuadro es compatible con el envenenamiento: tiene las uñas contraídas y el pico con vómitos, todo eso hace pensar en un veneno muy fuerte, que hace al animal contraerse de forma compulsiva”, reflexiona. “Ahora nos cambiamos los guantes por si hay que recoger más animales, y esperamos al Cinológico para que nos ayude con la búsqueda”, prosigue.Ahí entran en juego Julián de Alba y Julián Calles, dos agentes de la Unidad Cinológica Central, que llegan acompañados de sus perros. “Vamos por ahí”. Uno de los perros sube a los riscos, seguido del agente. El perro rastrea, sube, baja, se mete entre los arbustos, azuzado por el agente, siempre con el tintineo de su collar. De repente, ladra dos veces, como expresando “está aquí”. Cuando De Alba se acerca, encuentra un zorro muerto. “Muy bien”, le dice, y le da un premio. Luego avisa al resto de sus compañeros, que acordonan también ese lugar. Dos agentes del Seprona de la Guardia Civil miran este lunes el cadáver de un águila real envenenada en la Sierra de Guadarrama.Santi Burgos¿Cómo se entrenan estos canes? “Primero hay que socializarlos y luego hay que enseñarles a hacer la búsqueda, que tiene la dificultad de que lo que localizan suelen ser trozos de carne, incluso cocinada, por eso hay que enseñarlos para que no se lo coman, es decir, que la comida siempre tiene que venir de nosotros”, responde De Alba. Calles tercia: “Cuando localizan el alimento y no se lo comen le damos un premio, que puede ser comida o un juguete de goma. Lo ideal es que el perro ladre para marcar dónde está el cebo, porque así seguro que no está comiendo, aunque otros perros, como la mía, lo hacen sentándose en el lugar donde han descubierto algo”.Un delito contra la fauna “El uso de cebos envenenados es un delito contra la fauna recogido en el Código Penal. Son trozos de carne en los que se suele poner estricnina, plaguicidas u otros venenos”, resume Javier Díaz, experto en este tipo de investigaciones. ¿Quién suele usarlos? “Sobre todo, cazadores y agricultores. En la caza, porque así se mata a las denominadas alimañas —lobos, zorros, tejones—, y se piensa que con eso hay más piezas para cazar. Pero es un descontrol que luego llega a rapaces, zorros, mapaches, e incluso herbívoros y humanos. Los cebos envenenados perjudican a todo el ecosistema”. De Alba retoma: “Hemos visto casos en los que se ponen estos cebos por rencillas entre cazadores. Mientras, los ganaderos se quejan de que los lobos o los zorros se comen sus animales y tratan de matarlos. E incluso a veces también pasa porque dos vecinos se enfrentan porque a uno le molesta el perro del otro”.En el último año, el Seprona ha realizado más de 500 inspecciones en explotaciones agrícolas, ganaderas, naves de aperos y cotos de caza en toda España en las que se han detectado 91 infracciones penales, la mayoría relacionadas con delitos de caza (furtivismo y uso de medios prohibidos) y 351 infracciones administrativas, principalmente por incumplimientos de la normativa de caza y de espacios protegidos. Además, se han intervenido 100 cebos envenenados, más de 660 medios de caza ilegales (como lazos, cepos o costillas) y 230 kilos de fitosanitarios no autorizados, por los que se ha detenido o investigado a 62 personas. Estas prácticas ilegales han tenido un fortísimo impacto en la fauna. Se han localizado 665 animales muertos, siendo las aves el grupo más afectado, con un 91% del total. Entre las víctimas se encuentran ejemplares de especies protegidas como tres águilas imperiales (Aquila adalberti), cuatro buitres negros (Aegypius monachus), un águila real (Aquila chrysaetos) y 35 milanos reales (Milvus milvus).El cuerpo del águila imperial se envía al laboratorio para hacerle una necrosis e identificar la sustancia del veneno. Díaz resume: “Ahora nos queda la labor más complicada: buscar dónde se ha vendido ese veneno, y también saber si en la zona hay rencillas entre cazadores, ganaderos o vecinos. Y también miramos los accesos al lugar para ver por dónde ha podido entrar y salir el que ha puesto ese veneno”.

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