Desde que en 1967 el IV Aga Khan creó la fundación que lleva su nombre, el imán de la comunidad ismaelita ha hecho construir hospitales, viviendas, escuelas y centros religiosos y culturales en ciudades del mundo como Londres, Toronto, Lisboa o Dubái. El último de estos centros ismaelita se acaba de inaugurar en Houston (Texas) y lo firma una arquitecta nacida en Shiraz (Irán) y nacionalizada británica, Farshid Moussavi.El IV Aga Khan falleció en febrero de este año. Heredó el título su hijo, el príncipe Rahim, convertido desde entonces en el nuevo imán de los ismaelitas, en el V Aga Khan y en la persona que inauguró el nuevo Centro de Houston a principios de este mes. “Este edificio se llama Centro Ismaelita, pero no es solo para los ismaelitas, es para que todos los habitantes de Houston lo utilicen. Este es un lugar abierto a quienes busquen conocimiento, reflexión y diálogo”, dijo entonces. ¿Cómo debe ser un edificio con esa ambición? Más informaciónEl padre del actual Aga Khan comenzó a comprar los terrenos con vistas al Parque Buffalo Bayou, donde se ha levantado el inmueble, en 2006. Esta planificación es esencial a la hora de levantar un jardín. Y eso es, en gran medida, lo que ofrece este centro a la ciduad de Houston. Hoy esas 4,5 hectáreas —unos 45.000 metros cuadrados— son un entramado de parterres y arboledas con fuentes, estanques, pérgolas y celosías que remiten a la tradición arquitectónica islámica, la que confía en los cinco sentidos para levantar edificios memorables. Así, los jardines conducen a un edificio luminoso, enmarcado por terrazas, fuentes y filas de árboles. Un edificio que desgaja un patio central en accesos y pasarelas. Farshid Moussavi, su arquitecta, habla de un santuario cívico, un lugar de encuentro entre las personas y la naturaleza. Hacer posible un momento de serenidad es uno de los objetivos del centro que actualiza la tradición islámica de patios y celosías para lidiar con el sol creando sombra. Esa tradición histórica se construye con patios, terrazas y celosías y se decora con ornamentos geométricos repetidos. A ese carácter, Moussavi —que ya firmara el Museo de Arte de Cleveland— ha añadido ligereza en un edificio tan actual como difícil de datar en el tiempo. Esa actualidad es un mensaje tan potente como la propia autoría del inmueble, en manos de una mujer. Detalle de una de las terrazas con cubierta facetada y vistas a los jardines del nuevo Centro Ismailí en Houston.Iwan BaanAsí, como manda la tradición, los límites entre el interior del edificio y el exterior son porosos. Para ello Moussavi y su equipo se han valido de umbrales amplios que hacen del inmueble una arquitectura paradójica: desdibujada, a pesar de su carácter geométrico, y arraigada en su ligereza. Materialmente, en la fachada conviven la celosía y el mosaico —que también remiten a la tradición— con los vidrios interiores, hormigón, madera y acero. El patio central frente a la sala de oración está coronado por un óculo que baña de luz natural el espacio. Fachada principal del Centro Ismailí de Houston proyectado por Farshid Moussavi y su estudio.Iwan BaanEl exterior habla de lógica y naturalidad, las empleadas para actualizar el paisaje islámico en el siglo XXI. El autor de ese paisajismo, Nelson Byrd Woltz, ya había trabajado para la Fundación Aga Khan, y recibió el encargo del paisajismo hace tres lustros, en 2011. Inició entonces un viaje por España y Egipto para estudiar el sonido del agua, la escala de los parterres, el ritmo de la geometría y el simbolismo en los jardines islámicos. Con esa información, su reto consistió en actualizar esa tradición reduciendo el consumo de agua gracias a la ingeniería —que firma el londinense Hanif Kara de la empresa AKT II—. Así, cada sendero del jardín, cada alineación de árboles y cada fuente han sido ideados para mitigar el ruido exterior y para favorecer su mantenimiento. Escalera de acceso principal en el patio interior del nuevo Centro Ismailí, diseñado por Farshid Moussavi, en Houston.Iwan BaanWoltz ha hablado de trasladar la tradición islámica a Texas empleando cactus y agave y otras especies locales para construir un ecosistema que acoja al visitante y se proteja a sí mismo. Así es este edificio, un inmueble que salvaguarda una tradición arriesgando: compartiéndola, actualizándola y ampliándola.

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