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Pronosticar el futuro ha sido una de las obsesiones de los seres humanos desde tiempos inmemoriales. Oráculos, profetas, adivinos o magos forman parte del oficio de predecir lo que viene, incluso hasta el día de hoy. Pero no se necesita una bola de cristal para asegurar que el nuevo capítulo en la guerra contra las drogas que comenzó a escribir Estados Unidos, al atacar embarcaciones en el Atlántico y el Pacífico, apunta a convertirse en un nuevo descalabro a la hora de acabar con ese comercio. LEA TAMBIÉN Así se infiere de lo dicho la semana pasada por el exvicepresidente Óscar Naranjo, durante un evento organizado por el Grupo Prisa en Barcelona. Según quien fuera conocido en su momento como el mejor policía del mundo “más de 50 años de una política prohibicionista están marcados por el fracaso: no se ha logrado reducir la oferta, se han incrementado la violencia y la corrupción y, de manera exponencial, el número de organizaciones dedicadas al narcotráfico”.Dicha opinión está respaldada por la evidencia. El más reciente informe de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC, por su sigla en inglés) revela un panorama inquietante. “Una nueva era de inestabilidad global intensifica los retos para abordar el fenómeno, empoderando a los grupos de delincuencia organizada y catapultando el consumo a niveles históricamente altos”, señaló el organismo en un comunicado emitido a finales de junio.De acuerdo con los estimativos publicados, en 2023 cerca de 316 millones de personas utilizaron alguna droga (excluidos el alcohol y el tabaco), lo que equivale al 6 por ciento de la población global entre 15 y 65 años. Dicha proporción supera el 5,2 por ciento de diez años atrás y confirma que este es, realmente, un problema universal con múltiples aristas.El reporte agrega que la marihuana, con 244 millones de usuarios, es el alucinógeno más empleado, seguido de los opioides (61 millones), las anfetaminas (30,7 millones), la cocaína (25 millones) y el éxtasis (21 millones). Cada segmento muestra sus propias dinámicas, sin que en ninguno haya indicadores de una disminución importante.Debido a esa circunstancia, el impacto en lo que corresponde a la salud de las personas es significativo. El documento citado habla de medio millón de muertes anuales y 28 millones de años vida saludable perdidos, cuando se agregan defunciones e incapacidades. Por ejemplo, la propagación del fentanilo en lugares como Estados Unidos se asemeja a una epidemia, a la cual se agregan otros dolores de cabeza.A pesar de un balance tan desolador, nada hace pensar que las estrategias calificadas de fallidas vayan a cambiar. Uno de los motivos es que en ninguna democracia importante los electores desean ensayar una partitura distinta a la de siempre.Ello va en contra de quienes plantean desde tiempo atrás un enfoque distinto basado en la regulación y la legalización parcial de algunas drogas. Washington, por el contrario, ahora redobla la apuesta en lo que a estrategias punitivas se trata y, de paso, echa por la borda cualquier ánimo de cooperación internacional, indispensable para encontrarle una solución integral a este azote.Operar en un planeta más fragmentado beneficia a las transnacionales del crimen cuyos negocios siguen en auge, aprovechando los espacios que brindan tanto la globalización como el avance la tecnología. Los estimativos sobre los recursos que mueve esta actividad hablan de algo cercano al uno por ciento del Producto Interno Bruto global, tasado en unos 110 billones (millones de millones) de dólares el año pasado. LEA TAMBIÉN Foco de atenciónEs claro dónde suenan con más fuerza las alarmas. La ONU afirma que “la producción, incautaciones y consumo de cocaína alcanzaron nuevos máximos en 2023, convirtiéndose en la droga ilícita con mayor crecimiento de mercado”. En concreto, la fabricación alcanzó 3.708 toneladas, 34 por ciento más que en año precedente, mientras los consumidores mostraron un alza de 47 por ciento en la última década.Semejante dinámica es el resultado de la apertura de nuevos mercados en Asia y África, que se suman a mayores envíos tanto a Europa, como a Oceanía y América del Norte. En cuanto a Latinoamérica, hay señales inequívocas de que la mayor utilización de estupefacientes se ha convertido en un verdadero problema de salud pública.Colombia sigue siendo, de lejos, el país con mayor peso en la manufactura del “polvo blanco” en el mundo, con 2.664 toneladas que le dan una participación del 72 por ciento. Aparte de que el área sembrada en coca alcanzó un nuevo máximo de 253.000 hectáreas hace dos años (los cálculos para 2024 están próximos a salir), el rendimiento se disparó, no solo en lo que se refiere a más cosechas sino al contenido del alcaloide.No obstante, hay evidencia de que existe una diversificación geográfica en marcha. Según Elizabeth Dickinson, de International Crisis Group, aparte del récord colombiano, “hemos visto incrementos de cultivos en Ecuador, el sur de Venezuela o Perú”. La analista agrega que en su trabajo de campo encontró que este último tiene la reputación de contar con la hoja mayor calidad, lo cual explicaría el desarrollo de plantaciones en la zona amazónica, algo que permite el acceso ya sea a los puertos brasileños o ecuatorianos.Aparte de lo anterior hay otras ramificaciones. Jeremy McDermott, codirector y cofundador del reputado portal InSight Crime, señala que “la región se ha convertido en una serie de países de tránsito y puntos de salida de cocaína”, por lo cual “la violencia y la corrupción han infectado de alguna manera a casi todas las naciones de América Latina y el Caribe”. Para citar un par de casos concretos, en Uruguay o Costa Rica, los tiroteos entre pandillas han aparecido con una frecuencia inusitada.Lo que esa dispersión revela es el esfuerzo por multiplicar los canales para distribuir la droga a diferentes geografías, mediante el uso de métodos y rutas cada vez más amplios. Aparte de aviones y lanchas rápidas, está la práctica de camuflar los cargamentos en productos de exportación que pueden incluir aguacate, pulpas de fruta o café, lo cual exige técnicas sofisticadas de amalgamiento y posterior recuperación del compuesto ilegal.Mención aparte merecen las innovaciones en el caso de transporte marítimo, que van mucho más de allá de esconder unos cuantos kilos en el interior de una embarcación. Fuera de adherir receptáculos a los cascos de los cargueros que son colocados por buzos, está el desarrollo de una verdadera industria naval de submarinos y semi sumergibles hechos de fibra de vidrio y madera, capaces de recorrer grandes distancias.Por ejemplo, a finales del año pasado se interceptaron seis de estos aparatos con destino a Australia, una travesía de unos 14.000 kilómetros que puede tomar más de un mes. Hallazgos similares han sucedido en las costas de África o Europa, para no hablar del Pacífico americano o el Caribe, en donde comenzaron a utilizarse primero.Casos como el relatado revelan un entramado mucho más complejo que el del pasado cuando existían los grandes carteles de la droga que integraban los diferentes eslabones de la cadena. Si antes una misma organización criminal se encargaba de comprar la hoja de coca, refinarla, transportarla y entregarla en el punto de distribución, actualmente se usan más “contratistas” que pueden trabajar para varios “clientes”.Al respecto Jeremy McDermott dice que “la mejor manera de entender el negocio del narcotráfico actual es pensarlo como una constelación de nodos criminales que operan como parte de una red global”. Bajo ese modelo “se puede eliminar un nodo, pero otros ocupan rápidamente su lugar”.Elizabeth Dickinson asegura que el narcotráfico tiene ahora “una lógica empresarial”. Agrega que “los traficantes internacionales como Sinaloa, Jalisco Nueva Generación o las mafias con sede en los Balcanes exigen un nivel de pureza de la cocaína que es mucho mayor, por lo cual hay más control sobre la compra de producto, algo que de paso afecta a los campesinos que antes se encargaban de algunas etapas iniciales y ahora solo son proveedores de materias primas”.El corregimiento El Plateado, Cauca se siente abandonado. CEET Fotógrafo: JUAN PABLO RUEDA Foto:CEETLas cuentasY movidas por el ánimo de lucro estas corporaciones buscan maximizar sus ventas. De ahí la expansión más allá de las Américas. Varios especialistas consideran que Europa es ya el principal destino de la cocaína, al tiempo que en Asia está subiendo la facturación en forma importante.A mayor distancia, mayor precio, y eso significa que un kilo de alcaloide que cuesta menos de 2.000 dólares en su punto de origen multiplica su valor en otros lugares. Un documento reciente de la Armada Nacional afirma que en Norteamérica este es de 30.000 dólares, en el sur del Viejo Continente llega a 41.000 y en Nueva Zelanda llega a los 164.000 dólares. LEA TAMBIÉN Tales diferencias involucran el riesgo de aprehensiones. Las cifras existentes muestran que las incautaciones vienen rompiendo marcas años tras año y en 2023 fueron de 2.275 toneladas según la ONU. También del lado de las autoridades los sistemas de monitoreo y control se han sofisticado, gracias a los satélites, el análisis de datos y la preparación de las fuerzas aduaneras y policiales.Sin embargo, cuando se hacen las sumas y las restas del caso, la conclusión es que los traficantes mantienen su ventaja. Algo que les ayuda mucho es el surgimiento de los criptoactivos que facilitan la transferencia de recursos millonarios que no son detectados por las autoridades y, de paso, estimula el lavado de bienes.Más allá de lo que muestran series como “Narcos” y, en contra de la creencia popular, eso de mover tulas llenas de billetes de un país a otro es cada vez más raro. Firmas comisionistas que reciben efectivo en euros o dólares en una geografía y entregan pesos o soles en otra han sido detectadas. El mecanismo también sirve para pagarles a los proveedores o comprar artículos que entrarán de contrabando por una determinada frontera.Todo lo anterior pone a los países productores en una situación difícil. Para Colombia, que tiene logros que mostrar en lo que corresponde a la destrucción de laboratorios y la interdicción de cargamentos, lo más complejo es la caída en sus esfuerzos de erradicación.Datos del Ministerio de Defensa muestran que entre enero y septiembre de 2025 las incautaciones de cocaína ascendieron a 771 toneladas, 13 por ciento más que en igual periodo del año precedente. La duda es si eso refleja una mayor efectividad o si hay una correlación con un aumento en la oferta. La erradicación manual de hoja de coca en los primeros nueve meses de este calendario llegó a 5.687 hectáreas, una décima parte de la registrada en 2022.Como es de suponer, la desafiante realidad va mucho más allá de la enemistad entre Washington y Bogotá, pues complica más un reto que toca a la propia seguridad nacional. McDermott subraya que “para nosotros en InSight Crime, los narcotraficantes colombianos siguen siendo los pioneros”. Agrega que “a la nueva generación de narcotraficantes la llamamos los invisibles: no están protegidos por un ejército de sicarios o guerrillas, sino por abogados y contadores, y prefieren usar la corrupción a la violencia”. LEA TAMBIÉN Ante esa lectura, lo lógico sería estrechar los lazos de cooperación internacional para solucionar un problema global, cambiar de enfoque y combatir un monstruo de muchas cabezas. Pero, al igual que en otros frentes, la política de la Casa Blanca no permite abrigar muchas esperanzas.Fuera de crear tensiones, lo que es evidente es la capacidad de los narcotraficantes para reformular sus estrategias y encontrar la manera de seguir en lo suyo, aprovechando los espacios vacíos que ahora incluyen el no compartir información de inteligencia. Eso lleva a pensar que así Trump clame victoria, realmente no hay nada que celebrar en un planeta que seguirá consumiendo drogas ilícitas y en una Colombia que permanecerá atrapada en la misma maldición de siempre.RICARDO ÁVILA PINTOEspecial para EL TIEMPOEn X: @ravilapinto
