Stillz (Miami, 26 años) despierta expectación. Es uno de los talentos más valorados de su generación y uno de los directores de vídeos musicales más reclamados del momento. Firma más de 13 videoclips de Bad Bunny y el libro de fotografías de la megaestrella boricua que se vendió exclusivamente en su residencia en Puerto Rico. También ha dirigido a Rosalía y J Balvin. Sus aclamadas polaroids son el mejor documento de la escena musical contemporánea y a su halo celestial contribuye el que no muestre su cara ni quiera que se use su nombre real, lo que puede dar pie a pensar que es extremadamente extravagante e intratable. Pero nada más lejos de la realidad. Lo que más destaca de este estadounidense de origen colombiano es su humildad y el tono cálido y amigable de su voz, que sin prisa y entre sonrisas, responde a todo con los pies muy en la tierra. “Llevo trabajando en fotografía y vídeo desde que tengo 15 años. He estado en el principio de las carreras de mucha gente y he notado el cambio de sus egos cuando se hacían famosos, eso me asustaba mucho. En algún momento sentí que yo estaba cambiando también y decidí esconderme”, admite mediante llamada telefónica en su primera entrevista para EL PAÍS. “Cuando entra la fama, empieza también la batalla con uno mismo. Me pregunté, ¿qué es más importante en mi carrera, cómo me veo o lo que estoy creando? Para mí siempre es más importante lo que estoy creando. He sacrificado mi juventud y mi vida por mi trabajo y quiero que se me valore por lo que hago”, reconoce.Stillz ha entrado en el mundo del cine por la puerta grande. Su primera película, Barrio Triste (2025), se ha estrenado en el Festival de Cine de Venecia, en el Toronto International Film Festival y en el New York Film Festival, donde se proyecta el 4, 5 y 12 de octubre. Se trata de una cinta producida por EDGLRD, la compañía del director y actor estadounidense Harmony Korine, quien lo invitó expresamente a hacer una película con ellos dándole completa libertad.Fue así como se desarrolló la idea en torno a Barrio Triste, un sitio real en lo que se considera el Bronx de Medellín, un lugar peligroso, de mucha pobreza y mucho tráfico de droga. Stillz descubrió el lugar viajando con una organización que repartía comida, y estando allí se dio cuenta de que mucha gente procedía de otras partes, de Venezuela, de Los Ángeles… “Esa fue parte de la inspiración para hacer la película”, cuenta, matizando que para el rodaje eligió otra zona para mostrar algo más característico de las montañas y las villas de Medellín, que son altas y desde las que se puede ver toda la ciudad.Fue un rodaje arriesgado, pero se sirvieron de alguien local para las localizaciones, que se encargó también de hablar con los que manejaban la situación en el barrio y enfatizar que querían que la comunidad formara parte de la película. “Tuvimos algún que otro susto, pero trabajando con respeto y honestidad no hay problema”, explica Stillz, cuya energía tiende hacia la cooperación y lo orgánico, no la imposición.El director cuenta cómo el casting fue de lo más interesante del proyecto. Se pasaron en torno a tres o cuatro meses buscando chicos en skateparks por todo Medellín a los que luego entrevistaban para entender la energía y la personalidad de cada uno. Al final seleccionaron a 10 de ellos y los conectaron para que se conocieran antes de empezar el rodaje, aunque algunos formaban parte del mismo grupo. Stillz afirma que sigue hablando con ellos por Instagram o Facebook. “Yo crecí en el mundo del skate en Miami y de Nueva York, patinando por las calles, haciendo graffiti, robando cosas del supermercado… Todas esas experiencias forman parte de mi juventud y siempre me he sentido muy conectado con ese lado del mundo”.Cartel de la película ‘Barrio Triste’.@STILLZ“Creo que los skaters tienen algo único; son gente que no tiene mucho que hacer y cada día se van inventando lo que hacer. Se mueven mucho, pero me gusta mantener el contacto”, señala. Admite que ha perdido el contacto con algunos de los chicos de Medellín porque han perdido el móvil, pero dice que los está buscando para regalarles otro teléfono. Uno de los momentos más esperados es poder llevárselos a algún estreno de la película. “Están como locos por ir al cine a ver la película, pero no tienen pasaportes. En cuanto nos confirmen algún festival en Colombia los llevaremos a todos”.La música es la que marca el tono y el carácter de la cinta y está a cargo de Arca, cantante y productora venezolana afincada en Barcelona, donde también vive Stillz. Él lo tenía claro desde un principio: no podía no ser ella. “Estoy entrenado a escuchar música mientras ruedo y durante todo el proceso de la película me enganché al primer disco de Arca, así que después no concebía el proyecto sin ella”.Stillz cuenta cómo la llamó y ella le dijo que estaba muy ocupada, pero que fuera a Barcelona a conocerla. Así, voló a la ciudad condal y la ayudó con un vídeo musical. Pero la artista tenía un show en Japón y no había encontrado tiempo para hacer la película, así que, para no dejarla escapar, Stillz decidió irse a Japón con ella. Allí la ayudó con otro vídeo. “En un momento, me dijo que estaba lista para ver la película. Se la pasó llorando desde que empezó a escuchar la letra de su primer disco encima de las imágenes. Allí extendió el viaje y pasamos siete días en la habitación de un hotel componiendo la banda sonora”.En la película, hay un ser que puede ser considerado un alien, un zombi o un demonio, pero, según Stillz, tiene solo un carácter simbólico. “Representa el monstruo, la pesadilla que siente un niño escuchando historias de secuestros y muertes sin entenderlas, sin saber qué significan”, aclara. El cine de Stillz es, de hecho, muy realista. No contó con efectos especiales para esta criatura, sino que se trataba de un ser humano que nació con una deformidad y que accedió a hacer la película.“Yo había escuchado hablar de él, lo había visto de niño en una foto donde aparecía con su padre y quería invitarlo a participar. Fue difícil dar con él, porque no sabíamos si estaba muerto, pero lo encontramos”. Stillz cuenta que se trataba de un hombre de unos 30 años que vendía dulces en la calle de la ciudad colombiana. “Estaba feliz. Era de las personas más queridas de todo el set. Para mí es un superhéroe”, recalca.Para Stillz, lo mejor es que la película no tenga que explicarse. Él confiesa que no ve ni tráilers, porque le encanta la sensación de sorpresa y que lo único a lo que aspira es a que la gente sienta algo, ya sea bueno o malo, viendo su proyecto. “Lo peor es la neutralidad”, aclara. Sabe que el suyo es un cine más difícil de entender porque es experimental y se aleja de lo tradicional, pero quiere apostar por algo nuevo. “Siento que no tengo que seguir la línea de todo el mundo”, dice.Aunque tiene muchas inquietudes (además de hacer fotos y dirigir vídeos musicales, le gusta también pintar), reconoce que el cine se presenta ahora como la mejor de las opciones porque le permite ser completamente libre, en lugar de hacer un proyecto para otras personas. “No me gusta repetirme, así que no sé qué tipo de película será, pero siempre tendrá algún toque latino”, asegura. Y es una afirmación que resulta crucial en este momento político tan crítico que atraviesa Estados Unidos, donde las historias de latinos tienden a invisibilizarse.El éxito no suprime la crisis de identidad a la que se enfrentan los latinos nacidos o que han crecido en Estados Unidos ni los traumas familiares. “Para mí siempre ha sido raro. He pasado la mitad de mi vida hablando en español y luego, a partir de los 10 u 11 años, empecé a hablar más en inglés por el colegio y entonces uno se vuelve gringo y ya no sabe quién es ni de dónde es. No soy americano, ni colombiano, ni nada. Por eso escogí viajar mucho a Colombia y a otras partes del mundo para encontrarme a mí mismo, y sentí algo muy especial con Medellín, porque mi familia de allí estaba llena de historias. Historias tristes, de secuestros y muertes”.Son esas historias las que aún tiene pendiente de contar y las que menciona cuando se le pregunta si después de haber conseguido tanto siendo tan joven, aún le quedan sueños. “También quería ser arquitecto”, señala. Y probablemente también lo consiga.

Stillz: “He sacrificado mi vida por mi trabajo y quiero que se me valore” | Entretenimiento en Estados Unidos
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